Hoy he tenido un día de mierda, un puto día asqueroso. De esos que sientes un peso encima que te aplasta. Es algo psicosomático, es real el peso, sientes como te debilitas por una especie de peso o carga imaginaria que te oprime. He aparcado el coche y te tardado cinco minutos en salir, no podía, estaba rendido, sin fuerzas, sin poder moverme, alicaído. No sabía ni a dónde ir, ni por qué. Al subir las escaleras de mi mugriento bloque me preguntaba qué sentido tiene todo esto, qué sentido tiene mi mierda de vida, hacia dónde voy, qué pinto yo aquí. Y he llegado a la conclusión de que estoy cansado, cansado de todo, cansado de estar siempre cansado.
No sé qué hacer, pero creo que hoy por primera vez en mi vida he comprendido a los que se suicidan. He llegado a la conclusión que el suicidio es un momento de lucidez en la vida de una persona, un momento que solo puede ser entendido por unos pocos que se han visto en esa tesitura. No es ningún error liberarse voluntariamente del peso que aplasta a una persona hasta el punto de que se le hace la vida cuesta arriba. Yo ya no puedo más, me he cansado de nadar contracorriente, voy a bajar los brazos y hundirme lentamente. Lo he intentado, he intentado nadar y nadar hasta alcanzar tierra, pero ya no puedo más, prefiero morir que seguir sufriendo perdido en medio de la mar océana de la desesperación y la oscuridad perpetua.