Quiero hacer una reflexión sobre los conciertos a ver que opináis o si os suda los cojones. Después de ir a una cantidad ingente de conciertos, uno sabe cuando se la están dando con queso y cuando lo que está escuchando es real. Entiendo que en unos determinados estilos tenga que haber pistas regrabadas, orquestaciones y demás. Incluso coros, ayudas vocales y/o algunos trucos que con el tiempo uno va pillando y a veces se queda con el morro torcido, sabiendo que se la están dando con queso.
Hay públicos más sibaritas que no aceptan ni un ápice de mentira sobre un escenario. Luego están otros seguidores que les da igual todo, van a pasarlo bien. Sin ir más lejos, Rosalia en sus conciertos solo canta y baila, no hay músicos, todo es pregrabado.
Esto viene a colación por el concierto de COLDPLAY al que asistí hace unas semanas para acompañar a mi hija. Noté muchos trucos, mucho playback a nivel musical, mucha jeta en el sentido de que la mayoría de lo que sonaba no estaban tocando los músicos, sobre el vocalista nada que decir. Y joder, esta banda se puede permitir tener unas buenas bases, un buen teclista, un percusionista... pero no. Evidentemente al público casual les pueden colar cualquier cosa que va a tragar con todo, más aún cuando la entrada cuesta más de 100 euros... pero es por ese motivo, por el que se tendría que exigir más autenticidad.
De esto recuerdo un ejemplo patrio que me parece que ni pintado.
La primera vez que aprecié claramente trampa y cartón en un directo al que asistía fue viendo a Dover en Madrid, en una presentación de su segundo experimento I ka kené. Después del primer tonteo con la electrónica que pusieron por la radio comercial hasta aburrir, el evento en la sala Kapital atrajo al público que esperarías de cualquier sensación del momento. Gente joven que se sube a cualquier moda, los pocos nostálgicos de años mejores debíamos estar todos observando de lejos.
Cristina Llanos jamás fue conocida por sus dotes vocales en directo. Más bien al revés. Así que algún productor consciente les debió recomendar la asquerosa idea de llevar una pista de voz auxiliar (deben tener otro nombre pero lo desconozco). En los momentos más exigentes, la voz de la cantante se desvanecía y lo que sonaba por los altavoces era una grabación perfectamente afinada y fiel a lo que espera el consumidor de un producto fabricado en serie, una repetición exacta.
Yo casi pegué un salto del susto, como si hubiera tocado penis en la entrepierna de un ligue. Miré alrededor, especialmente en las primeras filas, que se veían bien desde mi posición, y la gente estaba epatada, feliz escuchando el estribillo que tanto le habían inculcado.
He defendido aquí varias veces que un grupo de música haga lo que le guste hacer, que no podemos pedirles que fueran innovadores y creativos solamente hasta que nos gustaran a nosotros y que a partir de ahí se estanquen y repitan la fórmula para siempre sin morirse de asco. Lo que hizo Dover esos años no era para mí, pero la decepción fue esta puta engañifa.
Si tu modelo de negocio musical es tomar por tonto a tu público, más te vale tener la maquinaria comercial que atrae a los tontos, con su coste de publicidad y lo que le rodea.
Y más te vale asumir que ese público veleta va a mirar a otro lado en cuanto tu maquinaria deje de soplar a base de inyectar billetes sin freno. A esa dura conclusión debieron llegar las Dover cuando decidieron hacer caso a aquel acertado comentario de Youtube que rezaba "Cristina, ponte gorda otra vez y vuelve al rock".
Si no te gusta la música en vivo, no te gusta la música. Es ese factor de incertidumbre, ese ver a alguien en la cuerda floja, siempre a riesgo de estrellarse, lo que lo hace especial. El momento estelar de algunos conciertos es cuando el inicio de una canción sale mal, paran y vuelven a empezar, cómo lidian con ello, cómo transpira el buen rollo del grupo o su conexión con el público, los cojonazos que hacen falta para sacar adelante con solvencia ese momento de vergüenza suprema.
Dadme gallos, deslices y cagadas a miles. Porque cuando todo sale bien, cuando se alinean los astros y cada nota está en su sitio, es una experiencia religiosa.