Nuestro amigo está intentando encajar la realidad de lo que ha vivido con su pareja en su idea de que a pesar de ello esa pareja se puede salvar, utilizando al psicólogo como calzador para meter lo uno dentro lo otro. Y su sufrimiento es porque, ¿sabes qué? la realidad le está rompiendo las costuras de sus ideas. La esperanza que él tiene es lo que le insta a seguir apretando, pero también lo que le provoca el dolor que surge de apretar.
Todos tenemos una idea de lo que es una pareja, de lo que cabe en una pareja y de lo que no. Hay cosas que sí toleramos, cosas que ni de coña y cosas que ya veremos si se da el caso. Es lo que se llama marco de referencia. Estos marcos de referencia son flexibles, pero no son infinitamente flexibles. Por ejemplo, en un marco de referencia digamos convencional, no cabe una infidelidad. Así, para muchas parejas una infidelidad supone el fin de la relación, porque ese hecho está muy fuera del marco de referencia que para sí tienen, esto no es lo que conciben ni lo que quieren para sí mismos, y si actúan de manera consecuente con su marco de referencia, ponen fin a la relación. En cambio, cuando se actúa de manera no consecuente con ese marco de referencia, lo que están haciendo es meter esa infidelidad en un sitio donde no cabe, forzar su marco de referencia, llevarlo a los límites. Algunos tienen suerte, y tienen un marco de referencia lo suficientemente flexible, y, al igual que uno puede domar un zapato demasiado justo y que primero entre el pie y luego se dé de sí y no duela, pueden encajarlo y tirar para adelante. Aún así, durante un tiempo, duele. Otros no tienen tanta, y tras intentar forzar el que ese hecho intolerable encaje se dan cuenta de que no, de que no encaja, de que una cosa es intentar dar de sí un zapato y otra que crezca seis números, así que adiós. Otros, los menos, hacen trizas ese marco de referencia y se crean otro a la medida para que encaje ese hecho. Se puede hacer de joven, es lo que nos pasa a todos cuando nos llevamos la primera gran mega hostia, pero es difícil hacerlo de mayor, porque esto supone renunciar a lo que se es, a la esencia de tus creencias, de lo que te parece bien y de lo que te parece mal, y convertirte en un esclavo de una realidad ajena a ti, impuesta por otros y que no te gusta, y dejar que sea ella la que reformule tu marco de referencia. Esta gente suele ser una desgraciada toda la puta vida, porque se ven obligados a vivir bajo un marco de referencia que no es el suyo, sino otro que se han fabricado para encajar esa infidelidad. Pueden funcionar, pueden seguir juntos, pueden incluso parecer que son felices, pero en su fuero interno libran esta batalla, y la pierden cada noche. Los marcos de referencia no son cualquier cosa: se forman desde la niñez. Con lo que te enseñan, con lo que ves en casa, con cómo son tus padres, con los ideales que te inculcan, sus enseñanzas, los que tú adoptas, con las referencias culturales de donde estás, con todo el conjunto de cosas que nos hace ser como somos; son, por así decir, el resultado de tu desarrollo como persona, son el tú y tus circunstancias. Romperlos no es gratis. Dejas de ser tú.
Cambia ahora el ejemplo de la infidelidad por el de la experiencia que nuestro amigo ha vivido. Durante el tiempo que duró esa experiencia, su marco de referencia fue lo suficientemente flexible para que todo se moviera dentro de sus límites. Pero un día la experiencia desbordó ese marco de referencia, y se encontraron viviendo una mierda como un piano porque se les había ido de las manos. Ahora nuestro amigo está, como dije en el primer párrafo, metiendo algo donde no cabe. Sufre porque tiene que apretar muy muy muy fuerte, a lo que le ayuda la esperanza de que entre. Pero ni con calzador, ni con calzador termina de entrar. El marco de referencia no va a romperse. Es él, es demasiado viejo para empezar a ser otra persona. Va a romperse la pareja. Y ha venido, años después, años después, a este hilo a avisar a los demás para que pierdan lo que él sabe que va a perder, o, mejor dicho, que no lo pierdan por esto, que no merece la pena.
Pero, ey, si a ti te parece que querer es poder y que cuando deseas algo muy fuerte el universo conspira para dártelo, pues guay.