Él quería ser maestro, y dedicarse a la docencia. Pero tenía mucho vicio, y acabó de mancebo en un sexshop de la calle Montera. Le molestaban las putas, pero no los travelos que iban a follar al reservado. Entonces vio la posibilidad de trabajar la noche, hacer guardias, tener una coartada para transitar los lugares más infestos de la ciudad. Y se hizo taxista.
Era tal su deseo que veía un pene en cualquier objeto alargado y con el grueso suficiente. Su obsesión le hacia ver violadores por todos lados, miradas golosas, manadas de sevillanos al acecho.
Mientras todo esto pasaba su cuerpo se infectaba, pero él siempre quiso ser maestro.