Es que a muchos de vosotros aún os cuesta un mundo cortar lazos con la gente. No sé si será porque aún albergáis la esperanza de ser seres sociales, si es por imposición ambiental o porque, simplemente, os da cosica por el qué dirán. Sin embargo la liberación que supone no sentirse en ninguna obligación para con ningún otro ser humano salvo para con quienes voluntaria, consciente y deliberadamente eliges tener relación es enorme.
Si alguien no os termina de convencer, si en la balanza esfuerzo-recompensa alguien queda desequilibrado o si simplemente no os apetece, liberaos de ellos y liberadles de vosotros. Ambos seréis más felices. Dejad de llamarles, de escribirles, de preguntar qué tal están y contestad tarde y monosilábicamente a sus mensajes o llamadas. Pronto dejarán de molestar.
Por supuesto, para liberarse de compromisos grupales, cenas comunales, reuniones de ex compañeros con los que no os une más que el hecho de haber compartido un aula en 1993 o demás zarandajas la mejor solución es utilizar las cuatro palabras mágicas que, una vez dichas, a ser posible de tal manera que todos las oigan, borrarán esos compromisos de vuestras agendas: NO ME APETECE IR. Ante tal demostración de sinceridad sin paños calientes ni excusas, ante tal manifestación de vuestro deseo los demás automáticamente entenderán que es mejor que no vayas y, no sólo eso, también entenderán que en sucesivas ocasiones mejor será que no te inviten, con lo que os libraréis de compromisos absurdos. Qué opinen luego de vosotros os debería traer sin cuidado.
Hay gente que hasta se va de vacaciones con gente que no le interesa ni le cae bien. No lo entiendo, me parece de un borreguismo supino.
La gente, como masa, como grupo, da puto asco. Hay personas concretas, con nombres y apellidos, que no, que sí merecen la pena. Participad sólo de la compañía de estos últimos, y aún en la medida en la que eso os reporte bienestar. Aquí la mayoría tenemos un sentimiento de asocialidad, preferimos la compañía de nosotros mismos o, si acaso, de nuestras parejas o un puñado de amigos reducido. Nuestro cerebro nos dice que así somos más felices. Abrazad este mensaje que sale de él, de lo más profundo de nuestro ser. Sed lo que realmente sois, no os forcéis a ser otro. Autoaceptaos. Abrazad la felicidad que saber quiénes sois y aceptaos; no hay mejor manera de estar incómodos en el mundo que el intentar encajar donde no encajáis, retorcer vuestra personalidad y dejar de ser vosotros mismos.
Una vez uno acepta qué es y actúa según le dicta su ser, el mundo se vuelve un lugar mucho menos hostil, mucho menos inhabitable. El resto de la humanidad queda lejos, no incordia ni te toca. Se tienen las relaciones que se han de tener, ni más ni menos, y en su justa medida, y estas se convierten en fuente de placer y no de problemas.
Por supuesto, huid de masas aborregadas, del lumpen, del centro comercial, del multicine, de la Puerta del Sol en Navidades y asimilados. Mirad con desconfianza a quienes os arrastren hasta esos lugares y hacedles saber que con vosotros esas mierdas no van. Así os ahorraréis que quienes gustan de la chusma masificada os arrastren y tendréis que quitaros de encima a menos gente.