2ª Ley de Murphy, si algo puede salir mal, saldrá mal.
Eso es una de las mayores verdades de este mundo.
Os pongo en antecedentes. Comenzando 7º de EGB, un mes de Octubre como este, y además aquel día hacía calor.
En aquel entonces, íbamos al colegio mañana y tarde. Nuestro colegio (digo nuestro porque iba yo con 12 años junto mi hermana de 9 y mi hermano de 6) estaba a 2 kilometrazos y pico de nuestra casa. Hasta ese año íbamos en autobús, pero al incorporarse mi hermano ya éramos 3, y por supuesto más dinero, que no quisieron pagar mis padres. Igualmente no pudieron/quisieron pagar el comedor, para evitarnos por lo menos el paseo del mediodía. Eso sí, yo era el encargado con 12 años de llevar sanos y salvos a todos 4 veces al día. Así a ojo de buen cubero andábamos la nada desdeñable distancia de unos 9 km aproximadamente, a un paso parecido al de los legionarios.
Después del recreo y de aquilatarme un cuerno de chocolate recalentao con la calorera del día, cuyo sabor denotaba que no era inocuo para la salud humana, me dispuse a terminar la jornada matutina.
En la última clase de Matemáticas empecé a sentir unas cuchilladas en el bajo vientre que no presagiaban nada bueno. Desgraciadamente no tenía muy claro que cuando aparecen esos retortijones debes buscar un baño en un radio muy cercano para echar la mascá a la mínima de cambio. La poca experiencia y miedo atávico que te habían embuido las madres sobre la higiene de los baños públicos, con pensamientos que ahí podías coger la malaria, la lepra, el dengue o ser devorado por un troll de las cavernas, hizo que desdeñase la posibilidad, primero de descargar en el baño del colegio, segundo, de truñear en un bar. Lo cierto es que en una situación preocupante me puse a tomar el camino de vuelta a casa.
No tardó la situación en tornarse totalmente crítica. No habían pasado ni 5 minutos cuando se produjo la primera andanada rectal. Se me pusieron los ojos en blanco, empecé a dar saltitos con la estúpida esperanza que la mierda se metiera hacia adentro. No sé como lo hice, pero superé el primer round. Ya consciente de la situación, poco menos que dramática, puse paso ligero a toda la cuadrilla. Así llevando a mi pobre hermano de 6 años en volandas, vislumbré la meta a pocos minutos. Ahí estaba mi salvación, la taza del baño de mi casa..... Entonces Dios me puso a prueba.
Con mi casa a la vista, llegó el general mierda con toda su infantería. Yo resistía andando más rápido, apretando el culo para bloquear el desastre, saltando sin sentido, abrazando cualquier religión que garantizara que me aliviara de aquella situación, pero la desesperación puede hacerte tomar las mejores decisiones........o las peores.
Mi portal estaba a 100 metros, 100. Viendo que el desastre era inevitable, se me ocurrió la feliz idea de meterme en el parque interior de la urbanización y parapetarme detrás de un parterre a soltar la truñada. A ese patio o parque, daban todas las terrazas de los tendederos, o en algún caso cocinas de los vecinos que habían hecho obra. Ahí me bajé los pantalones, descargué una lengua de mierda caliente y pastosa que no parecía no tener fin. Cuando me disponía a limpiarme el culo con un pañuelo de los mocos, ocurrió el desastre.
Una voz atronó en aquel patio/parque interior como si fuera una sirena anunciando un bombardeo. Era mi madre, que en un tremendo alarde de inteligencia soltó a 150 decibelios:
" Torquemada ¿Qué estás haciendo? Sal de ahí ahora mismo, ¡¡ Qué vergüenza!!!
Entré en pánico. No sabía si subirme los pantalones o terminar de limpiarme la mascá o salir corriendo. Todo se aglomeró en el mi cabeza, así que me intenté salir corriendo con los pantalones bajados y una mano limpiando el culo. Resultado: Caer de culo sobre aquel infame charco de mierda.
Para más inri, mis hermanos que se habían quedado fuera, entraron al escuchar la voz de mi madre. La cara de mi hermana era un poema, eso si, mi hermano pequeño descojonado de la risa. Recuerdo a mi hermana traumatizada, intentando solventar aquella situación dantesca. La pobre arrancaba hojas del bloc de dibujo que había traído para terminar de colorear un trabajo, creyendo que así pudiera limpiar ese desastre, cosa harto imposible porque estaba de mierda hasta las cejas.
Me subí los pantalones con todo el cemento pegado. Puse rumbo al portal con mis hermanos a 30 metros de distancia debido a la pestilencia, y no me acuerdo de más porque mi cerebro borró pasajes de aquella terrible experiencia. Obviamente, me llevé zapatillazos y hostias por doquier pero eso es otra historia
En una situación normal todo se habría acabado aquí. Pues no
Después de ducharme 2 veces, recuperarme y ir al colegio por la tarde sin más novedad, me tocaba la clase de Judo en un gimnasio cutresalchichero a las 7 de la tarde. Ahí en ese corral de niños con kimonos, calcetines de rombos, olor a pies, y a orín de calzoncillo gran reserva, sufrí una nueva emboscada
Dando espaldarazos, estúpidas volteretas y simular gilipollescas llaves con los otros chavalines, volví a sentir el frío acero de la mierda. En una llave se me escapó un güeldo que al contrincante le subí de amarillo-naranja a cinturón negro 4º DAN. Me fui de la clase como si debiera dinero, me vestí y salí a mi casa escopeteado. Otra vez desdeñé hacer uso del baño del gimnasio, esta vez con más sentido porque era pestilente e infame hasta decir basta.
Aquí la distancia a recorrer no era tan amplia, iba sólo y podía correr, llegar con prontitud a casa. Así iba hasta que llegando al portal, el esfínter agotado de tanta batalla dejó pasar el alijo. Otra vez me había truñeado, en e mismo día, como un subnormal, el puto horror. Me fui corriendo al portal y subí para coger el ascensor. Entonces aparece la vecina más tonta el bloque de la nada y se incorpora rauda y veloz para no perder el ascensor. No habían cerrado las puertas, y ya la mujer se había dado cuenta de su mala elección. La mujer parecía como un holograma que se difuminaba, su gesto estaba a caballo entre el asco y que Dios se apiadase de ella, mirando hacía la luz del techo. Al llegar a mi piso, pudo mascullar a duras penas.
"Niño ¿ Te has cagado?"
Algo realmente obvio, o era eso, o nos había tocado el ascensor temático sobre un estercolero.
Llegué a casa, y otro numerito. Aunque aquí mi madre, la mujer ya dedujo que podría estar enfermo, no sé si pensaba que era de la tripa o de la cabeza
Durante meses fui el cagón del 5º no sin pocas chanzas