Nunca me había parado a pensar en este asunto, a reflexionar sobre la causa. Pero la verdad es que yo en el Mercadona no estoy a gusto, no deambulo resuelto por los pasillos, no sé, no voy relajado. Lo considero un Hipercor de pobres o algo así, no es mi hábitat. Hay algo, una fuerza invisible, un olor imperceptible, algo en el ambiente, la distribución de las secciones y los pasillos, las cajeras, la luminosidad, la gente que va a comprar, no sé lo que es, pero hay algo que me produce rechazo. Quizás sea que es el super de la clase media que se considera superior a los que no les queda más remedio que ir a otros super más baratos y que claramente tienen una clientela de poco poder adquisitivo.
Sin embargo, en el Lidl arrastro el cesto con la cabeza bien alta, mirando los productos y tomándome mi tiempo comparando precios. Me da por mirar de reojo a las milf y a sus hijas, sobre todo a las hijas de entre 12-16 años que aún van de la mano de la madre, con esa pavería que las hace tan irresistibles. Me gusta comparar los culos de ambas, ver los estragos de la edad en las hembras. No tengo reparo ninguno en pasarme con la ropa del curro y las manos sucias por el Lidl, siento que no desentono entre la gente y no percibo miradas despreciativas en los demás clientes. En el Día% también me siento super a gusto.
Esas cajeras con las argollas en las narices y en las cejas, esos flequillos y esa forma de maquillarse que parecen prostitutas sesentonas. Su lenguaje soez y verdulero, mascando chicle para quitarse el sabor a polla de la boca. La forma de pedir la tarjeta de puntos, o de preguntar que si en efectivo o con tarjeta, la forma de dar el cambio como con desgana. Ese alejamiento con el cliente que no les da conversación es lo que me gusta de ellas, que no tienes que cruzar palabra ninguna. Yo en mi Día de confianza ni me molesto en despedirme, ni adiós ni h'talugo.
Además que a mí lo de Hacendado me da dolor de barriga y acidez, y eso que yo tengo un estómago de perro.