Oigo decir que Valerio Marcial ha muerto y lo llevo con pena. Era un hombre ingenioso, mordaz y que, escribiendo, tenía a raudales tanto sal como hiel y no menos candor. Yo le había ayudado con un viático al marcharse; se lo había dado por amistad, pero se lo había dado también por unos versos que compuso sobre mí. Fue propio de las antiguas costumbres honrar con honores o dinero a quienes habían escrito el elogio ora de los particulares ora de las ciudades. Pero en nuestra época, como otras cosas distinguidas y egregias, también ésta ha caído en desuso entre las primeras. Porque, luego que hemos dejado de hacer cosas dignas de alabanza, consideramos también inadecuado ser elogiados. ¿Preguntas cuáles son los versos a los que manifesté mi gratitud? Te remitiría a su propio volumen, si no me supiera algunos de memoria. Si estos te gustan, busca los demás en su libro. Está hablando a la Musa, le encarga que busque mi casa en el Esquilino, que se acerque con respeto: "Pero mira de no llamar a deshora, borracha, a su docta puerta. Dedica los días enteros a la seria Minerva, mientras estudia para los oídos de los centunviros lo que los siglos y las generaciones futuras podrán comparar hasta con los papeles de Arpino. Irás más segura a la hora de las lucernas tardanas. Ésta es tu hora: cuando se entusiasma Baco, cuando la rosa es la reina, cuando están empapados los cabellos. Entonces, que me lean a mí hasta los rígidos Catones".
Quien escribió esto de mí, ¿no merecía que lo despidiera entonces con las mejores pruebas de amistad y que me duela ahora como si hubiera muerto mi mejor amigo? Y es que me dio lo máximo que pudo y más me hubiera dado , si hubiera podido. Aunque, ¿qué puede darse al hombre mayor que la gloria, la alabanza y la eternidad? No será eterno lo que escribió. Quizás no lo será, pero él lo escribió como si hubiera de serlo. Adiós.
Plinio el Joven, Ep. III, 21.
Carta dirigida a su amigo Cornelio Prisco (104 dC aprox.)