Como buen vago que se precie suelo pedir comida a domicilio con bastante asiduidad. Mis preferencias suelen girar entre la comida china y las pizzas. En principio no tienen demasiado en común, aunque últimamente he encontrado una similitud que me toca bastante los huevos.
En fin, quizá en otras ciudades esto suene ya a viejo, pero en la mía lo vienen haciendo desde no hace mucho. El puto timo (yo lo llamo así porque no tiene otro nombre), consiste en lo siguiente…
Llega el repartidor en cuestión con mi pedido en sus manos. Me hace entrega del mismo mientras me comunica el importe a pagar. Yo, me apodero de la comida y le doy las pelas para que me cobre. Es entonces cuando empieza “la actuación”. Él se mete las manos en los bolsillos y/o riñonera y comienza a sacar monedas para darme las vueltas. Al final, termina con un puñado de chatarra en su mano que se ve a leguas no llega para completar mis vueltas y se tira varios minutos removiéndolas constantemente como si así pudiese multiplicarlas. Después, con cara de cordero degollado me mira a los ojos y me dice:
-No tengo. (No tenel, en caso de tratarse de un chino)
Normalmente se suele tratar de una cantidad que ronda los 2 € y claro el hambre gana la batalla contra el orgullo por saber que me están timando, así que termino cediendo y deseando no volver su sucia cara de rastrero le cierro la puerta en los morros con un:
-Quédate las vueltas
Quiero aclarar que soy de los que dejan propinas, pero me revienta que me intenten ver la cara de gilipollas por lo que en la última ocasión la mala leche me pudo y le dije que volviera cuando tuviese cambios y que mientras yo iba cenando. Ni que decir que a los 15 segundos de cerrarle la puerta en las narices el tipo volvió a llamar con mis “vueltas” y una sonrisa de “toma cabrón de mierda” en los labios.
En fin, quizá en otras ciudades esto suene ya a viejo, pero en la mía lo vienen haciendo desde no hace mucho. El puto timo (yo lo llamo así porque no tiene otro nombre), consiste en lo siguiente…
Llega el repartidor en cuestión con mi pedido en sus manos. Me hace entrega del mismo mientras me comunica el importe a pagar. Yo, me apodero de la comida y le doy las pelas para que me cobre. Es entonces cuando empieza “la actuación”. Él se mete las manos en los bolsillos y/o riñonera y comienza a sacar monedas para darme las vueltas. Al final, termina con un puñado de chatarra en su mano que se ve a leguas no llega para completar mis vueltas y se tira varios minutos removiéndolas constantemente como si así pudiese multiplicarlas. Después, con cara de cordero degollado me mira a los ojos y me dice:
-No tengo. (No tenel, en caso de tratarse de un chino)
Normalmente se suele tratar de una cantidad que ronda los 2 € y claro el hambre gana la batalla contra el orgullo por saber que me están timando, así que termino cediendo y deseando no volver su sucia cara de rastrero le cierro la puerta en los morros con un:
-Quédate las vueltas
Quiero aclarar que soy de los que dejan propinas, pero me revienta que me intenten ver la cara de gilipollas por lo que en la última ocasión la mala leche me pudo y le dije que volviera cuando tuviese cambios y que mientras yo iba cenando. Ni que decir que a los 15 segundos de cerrarle la puerta en las narices el tipo volvió a llamar con mis “vueltas” y una sonrisa de “toma cabrón de mierda” en los labios.