Barley
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- 29 Mar 2008
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Buenas noches, he vuelto.
Como ya anuncié en el foro Viajes, me he ido de Erasmus, señores, por lo que procederé a contaros cómo ha sido el inicio de mi estudiantil intercambio en la ciudad de las coles hervidas, entrañables hijos de puta.
Llegué a Bruselas en una soleada pero fría mañana de sábado, en un avión de una compañía poco conocida, el cual, al tambalearse constantemente ladeándose de izquierda a derecha me inquietó recordándome las estivales noticias referentes al accidente aéreo ocurrido en Barajas, que tanto juego dieron en el hilo abierto sobre la ficticia defunción, por muchos deseada, del carismático Pherseo. Pese a la inquietud que experimenté en algunos momentos del vuelo, me compensó con creces la impagable vista de las coquetas casitas belgas, acompañadas del inmaculado lapislázuli de sus respectivas piscinas que rodeaban la zona en la que íbamos a despegar. Verdor y belleza: mi primera impresión sobre Bélgica entró por mis atentas y embelesadas pupilas castañas con el ímpetu de un remolino, dejando en mi lóbulo occipital una hermosa estampa tan difícil de olvidar como de contemplar de nuevo. Hice bien al elegir sentarme junto a la ventanilla, lo haré más a menudo.
En el aeropuerto, y con la ayuda de otro pardillo que se vino conmigo -yo diría que más bien le ayudé yo a él, al estar completamente en Babia- encontré un tren que me llevó directamente a la plaza en la que se hallaba mi hotel. A veces la suerte nos sonríe, como el afable y rollizo revisor que comprobó si mi billete había sido adquirido honradamente o si se encontraba ante un chorizo. El corto viaje, gracias a la proverbial puntualidad de los europeos ajenos a la cálida influencia mediterránea, transcurrió sin problemas, como las primeras jornadas en el modesto hotel en el que me alojé, y desde el que pude hacer turismo bastante despreocupadamente durante mi primer fin de semana fuera de casa, en el país que ahora me acoge.
Pese a todo, me hallaba en una ciudad completamente desconocida, por lo que, además de las burocráticas preocupaciones que ya traía conmigo desde España, me inquietaba también la seguridad. “Ten cuidado en esta parte de la ville”, me advirtió la persona en cuya casa comencé estas líneas. Según me indicó, la zona en la que me alojaría al llegar -sólo podría pagar el hotel hasta la siguiente semana, pues no soy millonario, y las habitaciones a la larga son caras siempre, aunque las estrellas sean pocas- era frecuentemente comparada por los madrileños que llegaban a Bruselas con la transitada zona de la estación de Chamartín. “A mi padre le robaron la cartera aquí, ni siquiera se enteró; son muy profesionales". Por lo demás, me calmó asegurándome que la ciudad es muy tranquila y que, en general, la delincuencia parece brillar por su ausencia. Bruselas me está pareciendo muy segura, la verdad, al menos por ahora.
Y aquí estoy, en un nuevo destino desde el que postear, por lo que cualquiera que quiera preguntarme sobre el mismo, lamerme el ojal, o tirarme piedros (hola, Quartermass ), puede hacerlo en este mismo hilo o en el que creé. Ahora bien, puede que tarde en contestar a las preguntas más complejas -que también podéis formular por MP-, ya que, de momento, mientras finiquito estas líneas, apenas recibo la tenue señal de una lejana y esquiva red con la que trato en vano de conectarme al impalpable mundo en el que plasmamos nuestros miedos y nuestros sueños: el Foro. Os quiero, subnormales míos.
PD: Lo he abierto en el General porque, lo que empezó siendo un modesto post destinado a continuar el hilo "Vivir en Bruselas", se ha convertido al final en un texto que creo que bien merece ser presentado como hilo aparte. De todas formas, Jimmy, si te parece bien moverlo a tu subforo lo entenderé. Quizá edite cobardemente para añadir más imágenes o algo.
Hoy me siento chupi después de tanto tiempo sin masunear por aquí. Ya podéis postear, bechis.
Como ya anuncié en el foro Viajes, me he ido de Erasmus, señores, por lo que procederé a contaros cómo ha sido el inicio de mi estudiantil intercambio en la ciudad de las coles hervidas, entrañables hijos de puta.
Llegué a Bruselas en una soleada pero fría mañana de sábado, en un avión de una compañía poco conocida, el cual, al tambalearse constantemente ladeándose de izquierda a derecha me inquietó recordándome las estivales noticias referentes al accidente aéreo ocurrido en Barajas, que tanto juego dieron en el hilo abierto sobre la ficticia defunción, por muchos deseada, del carismático Pherseo. Pese a la inquietud que experimenté en algunos momentos del vuelo, me compensó con creces la impagable vista de las coquetas casitas belgas, acompañadas del inmaculado lapislázuli de sus respectivas piscinas que rodeaban la zona en la que íbamos a despegar. Verdor y belleza: mi primera impresión sobre Bélgica entró por mis atentas y embelesadas pupilas castañas con el ímpetu de un remolino, dejando en mi lóbulo occipital una hermosa estampa tan difícil de olvidar como de contemplar de nuevo. Hice bien al elegir sentarme junto a la ventanilla, lo haré más a menudo.
En el aeropuerto, y con la ayuda de otro pardillo que se vino conmigo -yo diría que más bien le ayudé yo a él, al estar completamente en Babia- encontré un tren que me llevó directamente a la plaza en la que se hallaba mi hotel. A veces la suerte nos sonríe, como el afable y rollizo revisor que comprobó si mi billete había sido adquirido honradamente o si se encontraba ante un chorizo. El corto viaje, gracias a la proverbial puntualidad de los europeos ajenos a la cálida influencia mediterránea, transcurrió sin problemas, como las primeras jornadas en el modesto hotel en el que me alojé, y desde el que pude hacer turismo bastante despreocupadamente durante mi primer fin de semana fuera de casa, en el país que ahora me acoge.
Pese a todo, me hallaba en una ciudad completamente desconocida, por lo que, además de las burocráticas preocupaciones que ya traía conmigo desde España, me inquietaba también la seguridad. “Ten cuidado en esta parte de la ville”, me advirtió la persona en cuya casa comencé estas líneas. Según me indicó, la zona en la que me alojaría al llegar -sólo podría pagar el hotel hasta la siguiente semana, pues no soy millonario, y las habitaciones a la larga son caras siempre, aunque las estrellas sean pocas- era frecuentemente comparada por los madrileños que llegaban a Bruselas con la transitada zona de la estación de Chamartín. “A mi padre le robaron la cartera aquí, ni siquiera se enteró; son muy profesionales". Por lo demás, me calmó asegurándome que la ciudad es muy tranquila y que, en general, la delincuencia parece brillar por su ausencia. Bruselas me está pareciendo muy segura, la verdad, al menos por ahora.
Y aquí estoy, en un nuevo destino desde el que postear, por lo que cualquiera que quiera preguntarme sobre el mismo, lamerme el ojal, o tirarme piedros (hola, Quartermass ), puede hacerlo en este mismo hilo o en el que creé. Ahora bien, puede que tarde en contestar a las preguntas más complejas -que también podéis formular por MP-, ya que, de momento, mientras finiquito estas líneas, apenas recibo la tenue señal de una lejana y esquiva red con la que trato en vano de conectarme al impalpable mundo en el que plasmamos nuestros miedos y nuestros sueños: el Foro. Os quiero, subnormales míos.
Doctor Barley
PD: Lo he abierto en el General porque, lo que empezó siendo un modesto post destinado a continuar el hilo "Vivir en Bruselas", se ha convertido al final en un texto que creo que bien merece ser presentado como hilo aparte. De todas formas, Jimmy, si te parece bien moverlo a tu subforo lo entenderé. Quizá edite cobardemente para añadir más imágenes o algo.
Hoy me siento chupi después de tanto tiempo sin masunear por aquí. Ya podéis postear, bechis.