Creedme si os digo que llevo como cuatro o cinco días a base de: sardinas, mejillones, atún, paté, etc. Me encanta el formada de lata de conservas, me parece un inventazo. Además que la idea de que la diseñase el ejercito de Napoleón ya me resulta atractivo, adora ese envase y su contenido. Y toda la parafernalia de quitarle el cartón, tocar la lata, brillante y sin aristas, tirar de la hebilla, escurrir el caldo, terminar de abrir la tapa, y ese sonido que hace a desgarro, y ese peligro inminente de pegarte una tajá y rebanarte to el deo. Y cuando por fin todo ha salido bien observar el contenido, siempre perfectamente ordenado, que se nota que ha sido manipulado por cuidadosas manos femeninas para dar ese toque sofisticado al alimento.
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Por no hablar de que por las características del material conserva todas las vitaminas y propiedades del alimento sin desmejorar un ápice su sabor. Te puedes guardar una lata de sardinas en un bolsillo y llevarla ahí por si te da un apretón en cualquier lado, tienen el tamaño perfecto para que quepa en el bolsillo del vaquero, en el bolsillo interior de la americana, en cualquier lugar, oiga. Y qué variedad: sardinillas al limón, picantes, en aceite de oliva, de girasol, de todas las formas que te puedas imaginar. Calamares en salsas exóticas, en su tinta, mejillones, navajas, almejas chilenas que parecen chochos cuarentones pero con mejor sabor, chipirones al ajillo, atún al natural desmigajado, sin desmigajar y en aceite de oliva, de girasol, etc y etc. Pateses de todos los sabores y texturas. Y más cosas que ahora no caigo pero que si os dais una vuelta por el pasillo de conservas de vuestro supermercado de confianza podréis admirar.
Es el futuro, sin duda.