Se agradece una bienvenida tan calurosa. En efecto, Doc UnomismoIII, pocos ejemplares hay más peligrosos que la hembra humana trasnochada y fondona, pero cuando el rabo pide guerra todo agujero es trinchera y parapeto. Las taras se convierten súbitamente en virtudes, haciendo el dicho de que sarna con gusto no pica en algo deleznablemente tangible, todos los defectos se tornan placeres para el gourmet excéntrico dispuesto a coquetear con ellos imbuído en el frenesí de la demencia transitoria y el odio interno del pecador irredento hacia el objeto (v.gr. la zorra en cuestión) a follar y a sí mismo.
Ah... esto me lleva a otra historieta acaecida hace un par de años que titularé: "La confusión."
Es una noche de verano, oscura como la boca del lobo, subo al autobús que finalizada una agotadora jornada laboral debe llevarme a la seguridad y calidez de mi hogar. Mi libro y yo escuchando música relajadamente recostados en la butaca cuando mis ojos de rapaz carroñera, certeros ellos como los que más, se posan en la fila al otro lado del pasillo de separación. Allí, sentada y observándome una mujer, alta, voluptuosa, de rasgos marcados, vestida provocativamente, me regala una sonrisita, la devuelvo. Continúo con mi lectura, cosas que pasan... Pero no, me está observando, más bien me está comiendo con la mirada, de arriba a abajo y de vuelta hacia arriba; es una descarada. Cada vez que oteo lo que hace allí está ella, mirándome fíjamente. Cada vez que con el rabillo del ojo alcanzo sus piernas depiladas y descubiertas se recoloca y hace para que las vea mejor. Ésta es la mía, cierro el libro, a tomar por culo la música y me cambio de fila de asientos.
- Hola. (algo seco)
- Hola guapo.
- Observo que me mirabas mucho, ¿has visto algo interesante?
- Me gustan las piernas peludas, (literal, amigos) creo que son viriles y más así tan fuertes. (hago halterofilia)
Mi parada pasa y yo no me bajo. Y un huevo voy a dejar pasar una oportunidad así de mojar con lo que se me antoja en este momento un premio salido de un paquete de cereales.
- Estupendo, me llamo XXXXX, ¿y tú?
- Yureima. (BANG!!!)
Es preciso que haga un inciso aquí. Ya que al escuchar esa palabra con el timbre de voz con el que me la escupió todo cobra sentido, el sentido de una bofetada con el dorso de la mano, el de un techo desplomándosete cuando estás sentado en el retrete, como una presa derrumbándose y lanzando un lodazal de barro y rocas sobre una desprevenida aldea llena de incautos como yo... Sí, los pelillos de la barbilla bien disimulados, las miradas descaradas tan poco apropiadas en las féminas, ¿dónde estarían mis lentillas cuando las necesito?. Todo cobra sentido, ella es un él.
Pienso rápido, en segundo plano, mientras la conversación continúa por los típicos derroteros. Pintaré la escena a continuación, sentados uno junto al... otro:
- Ejem... vaya, vaya, qué nombre más bonito, parece canario (por favor, dime que eres canaria y no tienes rabo)
- Sí, es un nombre canario que me gusta, pero yo soy de Huelva. (Cristo bendito, acento onubense sí tenía, lo que es, es)
- ¿A qué te dedicas?
- Soy gogó de discoteca. (sí, valía)
La situación se complica por momentos, caigo en la cuenta de que he cogido el último autobús y no va a haber de vuelta a mi barrio, que el municipio al que me dirijo no tiene parada de taxis y tampoco tengo pasta. Mi polla, una vez más, me ha perdido y ahora no hay marcha atrás.
Llegados a este punto observo al ejemplar más detenidamente. Sí, será un maromo, pero se ha hormonado de puta madre, porque da el pego y está más buena que muchas de las perras a las que he horadado en mis periplos. Además no es que sea particularmente escrupuloso y total, no tengo remilgos para meterla en un tubo de escape si se tercia la ocasión. Está claro lo que toca, cuando no ves la salida lo que hay que hacer es meterse hasta el fondo, y de meterse hasta el fondo sé un rato. Mientras seguimos hablando chuminadas, tomo tres determinaciones claras:
a) Estoy cachondo como un mandril,
b) voy a metersela, donde quiera que sea lo que me encuentre...
c) ...y a salir de ahí en cuanto y cómo pueda.
Hete aquí que llegamos a su parada y bajamos juntos. Nos sentamos a charlar y bueno... pa qué extenderme. Le peté en la nocturnidad de la calle esa boquita de piñón a pollazos y el cacas a base de bien. Sin prestar mucha atención a esa cosa que le colgaba entre las pipernas, lo cierto es que disfrute de unos pechos y unas nalgas bien redondeadas y firmes, a saber producto de qué cirujano u hormona misteriosa. Es justo que diga que se entregó a fondo, hubo una amena conversación más interesante de lo que cabía esperar a posteriori en la que descubrí el porqué de su femineidad. Se hormonaba desde los 12 años, cuando descubrió que había nacido con el sexo equivocado, y estaba esperando para operarse. Espero que le fuese bien. Yo volví a mi casa con los huevos bien vacíos en el primer autobús de la mañana.
Nunca mencioné esta historia a nadie y nunca volví a quedar con ella a pesar de la cercanía, de darme su número e insistirme en quedar para repetir.
Me ha gustado rememorar hasta donde empujando los límites de mi realidad soy capaz de llegar por sacar el jugo que tan alegremente regalo por doquier. Este foro es una gran terapia.