Bueno, las mujeres españolas, ya desde los tiempos de "La Lozana Andaluza" de Francisco Delicado (basada en hechos reales, en una época, la del saqueo de Roma por la soldadesca imperial, en que la cortesana más afamada de toda la Ciudad Eterna era cordobesa) siempre han tenido muy alta consideración internacional como putas, siempre han estado muy bien vistas como agujeros ocasionales o permanentes para los potentados alemanes, italianos, suecos o británicos de los últimos 5 siglos. Ayer asistí, sin querer, a una escena deplorable, en esa línea. Iba yo de camino a la estación del tren para dirigirme a la Universidad al mediodía, por una zona bastante bonita, con canales, parques y diversos puentes, cuando pasa en dirección contraria una tía que se podía adivinar española por el aspecto. A 100 metros de distancia ya se veía que era madrileña de las que ejercen de tal, con pretensiones de ir a la moda y de cierta sofisticación. Una tía de unos 31 o 32, diría yo. Venía hablando por el móvil, con una amiga, o con su mamá, seguramente. En español, claro; y a gritos, como no podía ser menos. De modo que, con los gritos, pude escuchar, lo quisiera o no, todo lo que de su boca salía desde 100 mts antes de que llegara a mi altura y aún 100 mts de alejados uno del otro. Iba muy contenta. Estaba dando informaciones de vital importancia a su confidente, fuera ésta su mejor amiga o su mamá. Iba diciendo "jo, es que los otros que he conocido, pues sí, tenían la edad, pero no tenían la cabeza en su sitio, pero este tío tiene un trabajo uffff.....". Era fácil adivinar que se trataba de un alemán al que está dispuesta a dar su vida en nombre de un coche de marca. ..su expresión era de un júbilo detestable, que se traducía en algo así como "menos mal que encuentro algún tío de posibles y que esté buenísimo, que para eso he venido a este país".
Parte de los odios mutuos entre sexos en España (en Rusia suceden ahora mismo cosas muy lejanamente análogas, aunque sobre un sustrato totalmente diferente) provienen del hecho de que la mujer española ha pretendido, durante 500 años, emparentar como zorra de alta alcurnia con cualquier golfo europeo de dinero. Mientras el país soñaba con una grandeza colonial falsísima (hubo 3 bancarrotas en el período de máximo esplendor del Imperio), y el dinero se iba a Génova, Venecia, Hamburgo o Amsterdam, a las manos de prestamistas y banqueros, mientras sólo la novela picaresca denunciaba el hambre, la verdadera realidad de la España Imperial, ellas, con las cosas mucho más claras en cuanto a las reglas del juego, trataban, mientras disimulaban con cumplida religiosidad de puertas adentro en el país, en irse como zorra oficial, como esposa, de alguno de aquellos ricos verdaderos. Y no hay mucho más.
Por supuesto, en este caso, la ilusión le durará poquísimo a la pringada, porque habida cuenta del grado de ineptitud social y afectivo de los alemanes, poco tardará en hundirse en un pozo de frustración, haya iniciado ya o no su proyecto reproductivo.