Que no Beni Hill, que no... que no nos enteramos.
Que esa idea no se le ocurre a uno solo, se les ocurre a todos.
Y son trescientos tíos, en un pub, entrándole a todas.
Trescientos tíos entrándole a una tía en cuatro horas...
Ahora va él, ese que le entra a cien tías convencido de que en algún momento alguna tiene que dejarse por cojones... y una tras otra tras otra tras otra le manda a la puta mierda, porque aunque no lo parezca, veinte o treinta tíos por noche ya es suficiente para ir con el ego bien alto a casa, trescientos como que cansa, y el trescientos uno se lleva la mala leche final acumulada.
Que no, que la única forma es que no le entre ni dios, y entonces, si le gusta uno, ya se encargará de hacérselo saber (miraditas, sonrisitas, y demás chorradas). Y entonces ese chaval, si ella le gusta, o en su defecto está lo suficientemente desesperado, le entrará, y ella no estará hinchada de ego, porque nadie le habrá entrado esa noche.
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