Lolitonta
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A lo largo de mi vida, siempre me he cuestionado (y me han cuestionado) mi preferencia amoroso-sexual. Empezaré por el principio (as usual):
Siempre sentí mucho más apego por mi madre que por mi padre, y la veía muy bella. Luego había una "tía" (entre comillas, porque sólo era una amiga de mi madre) que me encantaba porque tenía un aspecto muy felino, pasional; adoraba ir a su piso y abrazarla, era como un modelo a seguir para mí.
En preescolar, sentía predilección por Gladys, mi señorita. Era muy bella, y me había regalado un conejito de peluche que todavía sigo abrazando por las noches, . El primer curso de primaria, tuve una profesora de Música que me recordaba mucho a mi "tía", y una vez, totalmente encandilada por su aura, le confesé que la amaba. Me miró con mala cara...
Con el paso de los años, me di cuenta de que quizás no era muy normal tener esa especie de crushes con mujeres en vez de con varones (que sí que los tenía, pero para mí era más un juego que algo serio, además odiaba tratar con varones), así que con nueve años, durante unas vacaciones, tuve ese diálogo con mis padres:
—Pá, má... esto... ¿qué dirían ustedes si les dijera que soy... lesbiana?
—¿Eh? Pues nos parece bien, si te gustan las mujeres adelante.
—... Ok.
A pesar de eso, aún sentía vergüenza.
Me encantaba dibujar mujeres. Las dibujaba muy delgadas, curvilíneas, bellísimas, con pelo largo... Cuando conocía a una compañera de clase muy bella, le pedía por favor que se quedase quieta, que quería retratarla. Se solían dejar. Nunca me dijeron nada al respecto, porque nos conocíamos y sabían que siempre me acababa fijando en algún compañero. O quizás ni siquiera se les había pasado por la cabeza que pudiera ser lesbiana, por motivos culturales. No sé.
Yo creía que era lesbiana, estaba firmemente convencida de ello, hasta que una tarde me tocó formar grupo con el chico guapo de clase, y yo, muy cortada, me vi obligada a interaccionar con él... Y me pasó algo curioso: me empecé a marear, perdía el sentido. Era tan extraño estar tan cerca de él, y me mojaba mucho. No era capaz de controlarlo siquiera. Tenía sólo doce o trece años, y supe entonces que me gustaban los hombres más de lo que quería reconocer.
Empecé entonces a dibujar historietas de relaciones sexuales heterosexuales. Me masturbaba mucho imaginándome en el lugar de la protagonista de los cómics. Con el tiempo, evolucionaron a relatos eróticos. Nunca, pero jamás, dibujé ni escribí acerca de relaciones lésbicas. No sentía interés en absoluto, a pesar de mi gran fascinación por la mujer bella.
Un año perdí la virginidad en un trío. Con un chico y una de mis amigas. A ella ni la toqué, aunque era muy voluptuosa y siempre me tentó el acariciarla y sobarle el culo, la cintura y sus tetas. Pero ella era muy conservadora, y no había nada que hacer.
Desde entonces, no paré de pensar en pollas y en ser penetrada salvajemente. Siempre que buscaba sexo, iba a por los hombres, o miraba pollas en cam4 y demás sitios por el estilo. Algunas veces tenía la oportunidad de tratar con mujeres que querían sexo lésbico, pero me acababa aburriendo y me distraía rápidamente con algún hombre que me decía que quería romperme el estómago a pollazos.
Aún así, tuve mis experiencias homosexuales. La mayoría de ellas, antes y durante la adolescencia. Después de la misma, ya adulta, tuve la oportunidad de comer un coño durante otro trío. No estuvo mal, pero evidentemente lo disfrutó ella, no yo. Por cierto, tenía un regusto metálico, como a hierro...
Y llegamos al día de hoy, donde disfruto enormemente viendo fotos o vídeos de tías güenas, y tengo aún crushes con alguna tía que otra (la última vez fue con Tools, sin ir más lejos) pero a la hora de tener sexo, NECESITO UNA PUTA POLLA ENORME, VENOSA Y ARDIENTE CUAL BARRA DE HIERRO INCANDESCENTE.
Así pues, ¿qué DIABLOS soy? Ilustradme.