Ligar con negras

Creía que venías del África negra, no del África del norte, que es de donde es ese instrumento. De ese África que seguía en la prehistoria cuando el hombre blanco llegó ahí.


@Itaf, Max es un buen chaval. Hazte amigo de él, aunque igual te despoja de las ganas de vivir.
Estudia algo de historia...
 
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Creía que venías del África negra, no del África del norte, que es de donde es ese instrumento. De ese África que seguía en la prehistoria cuando el hombre blanco llegó ahí.


@Itaf, Max es un buen chaval. Hazte amigo de él, aunque igual te despoja de las ganas de vivir.
Lo único que trajo el hombre blanco fueron violencia, violaciones y traumas.
 
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Ya lo hice. Por eso te lo digo. La mayor parte del África negra no conocía la escritura cuando el hombre blanco llegó.

Lo único que trajo el hombre blanco fueron violencia, violaciones y traumas.
No, no lo trajo el hombre blanco, eso ya lo había. A ver si te crees que las tribus no se mataban entre ellas y la violación es un invento europeo. Que va a ser que no.
 
Ya lo hice. Por eso te lo digo. La mayor parte del África negra no conocía la escritura cuando el hombre blanco llegó.


No, no lo trajo el hombre blanco, eso ya lo había. A ver si te crees que las tribus no se mataban entre ellas y la violación es un invento europeo. Que va a ser que no.
Ya no se tus chistes son solo humor negro o si de verdad te los crees.
No estoy diciendo que el hombre blanco se el villano, simplemente que el chiste que hiciste fue insinuando que el hombre blanco nos hizo un favor y yo te contradije.
 
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"Si dices una mentira lo suficientemente grande y la repites con frecuencia, se creerá.“
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Ya no se tus chistes son solo humero negro y se de verdad te los crees.
No estoy diciendo que el hombre blanco se le villano, simplemente que el chiste que hiciste fue insinuando que el hombre blanco nos hizo un favor y yo te contradije.
Cada vez se te entiende peor. ¿Estás borracha?
 
Suerte que el hombre negro ha traído prosperidad, desarrollo y ciencia.
Ya explique el porque de todo esto.
Si crees que pienso que el hombre blanco es un ser malvado y que las otras razas són unas santas, no es así.
 
Ya explique el porque de todo esto.
Si crees que pienso que el hombre blanco es un ser malvado y que las otras razas són unas santas, no es así.
¿Por qué crees hay tan pocos premios Nobel de gente de raza negra?

¿Qué opinión tienes del Islam?

¿Abrazas la Cruz de nuestra madre santa iglesia?
 
No, me estoy enfadando.
Muy mal. Anoche te decían más cosas y peores y encajabas bien y nada te enfadaba. Hoy se ve que estás más débil, y cosas más flojas te enfadan.

Igual es que era anoche cuando estabas borracha.
 
Lo único que trajo el hombre blanco fueron violencia, violaciones y traumas.


Después del desayuno era la hora del «consultorio médico». En el país Dowayo hay muchos enfermos y a mi no me hacía demasiada gracia tenerlos a todos congregados alrededor de mi choza. Sin embargo, aun teniendo en cuenta lo limitado de mis conocimientos y medios médicos, hubiera sido inhumano rechazarlos como hizo mi ayudante inicialmente. De conformidad con el concepto africano de categoría, consideraba que debía protegerme del contacto con el populacho. Podía conversar con los jefes o los brujos, pero no debía perder el tiempo con necios plebeyos ni con mujeres. Siempre que hablaba con los niños se mostraba abiertamente horrorizado. Se apostaba estratégicamente delante de mi casa y saltaba encima de cualquiera que pretendiera acercarse a mí, interponiéndose como una secretaria en la antecámara de algún gran hombre. Cada vez que yo quería darle un cigarrillo a alguien, insistía en que pasara por sus manos antes de ser entregado a un dowayo. Al final tuvimos que hablar del tema y desistió de sus atenciones, pero dejó claro que el contacto excesivo con la gente baja disminuía su propio rango.

Me traían las heridas y las llagas infectadas y yo les ponía un antiséptico y un vendaje, aun a sabiendas de que era todo inútil, pues los dowayos mantienen las heridas descubiertas y se quitan el apósito en cuanto se les pierde de vista. Había uno o dos casos de malaria, en la cual me creía a esas alturas experto, y les administraba quinina a los afectados, siempre con la intervención de mi ayudante para asegurarse de que les decía los números bien cuando explicaba la dosificación.

Pronto se extendió la noticia de que yo distribuía «raíces», como llaman los dowayos a los remedios, para la malaria y tenía buenos medicamentos. Sin embargo, un día se presentó una anciana furiosa quejándose de que le había contagiado la malaria. Se entabló entonces una enconada discusión que yo no pude seguir y al final se marchó acompañada de las burlas de los presentes. Sólo al cabo de meses de trabajo con curanderos y hechiceros comprendí en qué consistía el problema. Los dowayos dividen las enfermedades en varias clases. Están las «epidemias», enfermedades infecciosas para las cuales los blancos tienen remedios como la malaria, o la lepra. Está la brujería de la cabeza o de las plantas, los síntomas causados por los espíritus de los muertos. Y, por último, las enfermedades por contaminación, contraídas tras el contacto con personas o cosas prohibidas. Estas últimas se curan mediante un nuevo contacto regulado con la persona o cosa que ha causado la enfermedad. Al oír que yo tenía una cura para la malaria, la vieja se imaginó que era una enfermedad por contaminación y que el remedio que tenía en mi choza era también la causa de la enfermedad. Guardar una cosa tan fuerte y peligrosa en medio de una aldea constituía sin duda motivo de queja.”

Pero lo que me empujó a declarar una guerra sin cuartel fue el descubrimiento de un nido de escorpiones en el rincón de la choza donde guardaba mi par de zapatos de recambio. Del suelo, con toda inocencia, salió un escorpión enorme y vigoroso que la emprendió contra mí. Yo me acobardé de la manera menos viril posible y me batí en retirada hacia la puerta, donde se hallaba un niño extraviado de unos seis años que me miró intrigado. El miedo me había atrofiado el léxico y no lograba encontrar la palabra «escorpión». «¡Ah! dentro hay bestias calientes!», grité con voz del Antiguo Testamento. El niño echó una mirada al interior y mostrando un profundo desdén aplastó los escorpiones con el pie. (Para el bien del prójimo diré que las picaduras de los escorpiones raras veces son mortales, aunque producen un intenso dolor; se tratan metiendo la zona afectada en agua fría y tomando las pastillas antihistamínicas que suelen recetarse para la fiebre del heno.)

A los dowayos les extrañaba que las serpientes y los escorpiones me dieran tanto miedo y que en cambio evitara atropellar a las más horripilante de las aves, el búho. Una vez me vieron recoger un camaleón, cuya picadura consideran fatal, después que unos niños lo hubieran estado atormentando, para depositarlo en un árbol. Era una locura. Sin embargo, la más útil de mis locuras era estar dispuesto a tocar las zarpas de un oso hormiguero; los dowayos no los tocan jamás, a riesgo de ver sus penes permanentemente fláccidos. Incrustándolas en el fruto del baobab y pronunciando el nombre de la víctima, las garras se pueden utilizar para matar a un hombre; al caer el fruto, la persona morirá. Los dowayos que habían matado un oso hormiguero me requerían públicamente y me ofrecían las garras como prenda de sus buenas intenciones respecto de sus vecinos. Entonces yo tenía que llevarlas al monte y enterrarlas lejos de los lugares frecuentados. Esta tarea de controlador de la contaminación cosmológica que desempeñaba era muy apreciada.


En general, los curanderos estaban más que dispuestos a trabajar conmigo por la relativamente modesta retribución que yo podía darles. Su único temor era que les robara los remedios y les hiciera la competencia. En las sociedades primitivas, el saber pocas veces es de libre acceso, constituye más bien una propiedad privada. Cada uno es dueño de sus conocimientos, ha pagado por ellos y sería una tontería cedérselos a otro sin compensación alguna, de la misma manera que nadie entregaría a sus hijas sin recibir un pago a cambio. Era lógico que me cobraran. Por otra parte, los dowayos evalúan los remedios según su antigüedad. Un remedio antiguo es mejor que otro nuevo, en consecuencia, al no llevar el imprimatur de los antepasados, las innovaciones despiertan desconfianza; de ahí la falta de interés por encontrar remedios nuevos.

Al principio los curanderos sospechaban de mi «clínica», pero quedaron satisfechos al comprobar que me limitaba al tratamiento de las enfermedades infecciosas empleando las raíces de los blancos y que no les hacía la competencia. Hubo un caso que planteó ciertas dificultades morales y estratégicas. El hermano del jefe, que vivía a varias chozas de distancia, venía a verme con bastante frecuencia. Era un hombre larguirucho, torpón y afable que tenía fama de no ser muy despierto. Un día me di cuenta de que llevaba varias semanas sin visitarme y, al preguntar si estaba fuera, me comunicaron que se estaba muriendo. Había sufrido un ataque grave de disentería amebiana y habían llamado al curandero del risco. El examen de las entrañas de un pollo había revelado que lo aquejaba el espíritu de su difunta madre, que quería cerveza. Ya la habían vertido sobre su calavera pero el enfermo no mejoraba. Llamaron a otro curandero y éste diagnosticó que la enfermedad era causada por otro espíritu disfrazado de la madre del moribundo. Se hicieron las correspondientes ofrendas pero el joven siguió debilitándose. La tercera esposa del jefe, que lo había cuidado de niño, estaba muy angustiada y vino llorando a mi choza para preguntarme si tenía alguna raíz que lo curara. No podía negarme, pues disponía de amebicidas y antibióticos fuertes. Expliqué a todo el mundo que yo no era curandero y que no sabía si mis raíces le servirían de ayuda, pero que si deseaban que lo intentara, así lo haría. Tenía miedo de despertar la antipatía de los curanderos, pero se mostraron bastante bien dispuestos a admitir que habían hecho un diagnóstico erróneo. El joven se recuperó rápidamente. De parecer un esqueleto, en cuestión de días pasó a gozar de buena salud; la alegría fue general. Los curanderos no se ofendieron en absoluto, simplemente explicaron que se trataba de un caso complejo en que varios espíritus se habían aprovechado de la enfermedad infecciosa que aquejaba a un hombre para incrementar sus sufrimientos. Ellos se habían ocupado de los espíritus, yo de la enfermedad.

Tan sólo al verlos enfermos sentía yo lástima por los dowayos y su vida me parecía inferior a la nuestra
. En cambio, gozaban de libertad, se consideraban ricos, tenían fácil acceso a sus principales formas de placer sensual, la cerveza y las mujeres, y se respetaban a sí mismos. No obstante, una vez enfermaban, morían en medio de una agonía y un terror innecesarios. El hospital estatal de Poli no les era de ninguna ayuda. Una de las normas del establecimiento estipulaba que todos los pacientes tenían que presentarse con media libreta en la cual llevar el control de su caso. Los analfabetos habitantes de los poblados no utilizaban libretas para nada, de modo que nunca tenían ninguna que presentar. En Poli no se vendían y el personal del hospital tampoco las facilitaba porque, según el reglamento, no formaba parte de sus funciones. Los pacientes eran rechazados y no recibían el tratamiento médico que necesitaban hasta que encontraban una libreta. Inevitablemente, me convertí en benefactor en este tema, lo mismo que las misiones, pero muchos dowayos no se molestaban siquiera en ir al hospital. Sin duda se produjeron numerosas muertes por esta causa. Por otra parte, también a mí me resultaba imposible tolerar el trato arrogante e inhumano que dispensaban los funcionarios en tales circunstancias. Era consciente de que, sólo por ser blanco, se consideraba normal que me saltara las colas y recibiera un tratamiento preferencial, igual que los grandes del lugar.
 
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¿Por qué crees hay tan pocos premios Nobel de gente de raza negra?

¿Qué opinión tienes del Islam?

¿Abrazas la Cruz de nuestra madre santa iglesia?
La gente de raza negra antes no tenían oportunidades ni siquiera tenían derecho a asistir las escuelas. Una situacion parecida con las mujeres. Pudo haber gente con grandes capacidades pero al no tener un oportunidad no pudieron aprovecharla. La cosas han cambiado muchísimo.

Opino que el Islam y el cristianismo son lo mismo solo que tienen diferentes profetas. En el corán Jesus esta incluido.
 
Muy mal. Anoche te decían más cosas y peores y encajabas bien y nada te enfadaba. Hoy se ve que estás más débil, y cosas más flojas te enfadan.

Igual es que era anoche cuando estabas borracha.
Aprenderé esa habilidad de responder solo dame tiempo.
 
La gente de raza negra antes no tenían oportunidades ni siquiera tenían derecho a asistir las escuelas. Una situacion parecida con las mujeres. Pudo haber gente con grandes capacidades pero al no tener un oportunidad no pudieron aprovecharla. La cosas han cambiado muchísimo.

Opino que el Islam y el cristianismo son lo mismo solo que tienen diferentes profetas. En el corán Jesus esta incluido.

Los Dowayos de la aldea de Kongle, en la sierra de Godet, no van a la escuela. Solamente los Dowayos del llano, porque son evangelizados por los misioneros religiosos, el sur de Camerún está más cristianizado, pero el norte más islamizado, así lo prueban las letanías del waari Zuuldibo.
 
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