Por fin he visto la luz, hamijos. Mi vida tiene un antes y un después desde el día 14 de abril. La desesperación y, por qué no decirlo, la curiosidad; fueron las dos razones que me empujaron a asistir a la reunión universal de los Testigos de Johová (en adelante TJ).
Antes de nada quisiera aclaran a mi preopinante que para los TJ el alma abandona el cuerpo al morir y que esta no puede existir sin un cuerpo físico que la sustente. Por lo tanto, para los TJ después de la muerte se acaba todo, y así lo pone en la Biblia según dicen ellos.
Tampoco creen en el infierno ni en el cielo porque en la Biblia no se habla del cielo ni del infierno, esto son invenciones que se añadieron después en el Nuevo Testamento.
Aclarado esto, voy con la crónica de la reunión. Será una crónica lo más objetiva posible, porque no quiero que nadie piense que he sido captado por la secta y ahora trato de difundir la palabra de Jehová Dios por esta ciénaga de vicio y depravación en la cual os revolcáis con regocijo.
A las ocho del pasado lunes empecé con los preparativos: me duché, me afeité, me lavé los dientes y me restregué bien el esmegma reseco que tenía; quería ir limpio y puro a mi primera reunión por respeto a Jehová Dios. Nada más llegar al hotel de 3 estrellas donde se hizo la reunión y antes de aparcar mi Mercedes clase C, mi radar de detección de chochos empezó a volverse loco. Aquello era el paraíso terrenal; por las aceras aledañas y en la entrada del hotel había chochos de todas las edades y razas. Chochitos mulatitos en plena adolescencia con sus mejores galas, taconazos, vestidos de gala, peinados de peluquería, abalorios que realzaban la lozanía y belleza. Algún que otro escotazo, madres con sus hijos pequeños vestidas como si fuesen a una boda, señoras ancianas con su calcado y sus faldas a media altura que realzaban sus cuerpos bien conservados.
Mi sentido de putero redomado empezó a detectar chochos rumanoides por doquier. Cuerpos esbeltos, ojos claros, tez blanca como la nieve, miradas de zorra. Allí había más putas juntas que en los mejore momentos del Coneguito de la Suerte.
Y es que entre los rumanos parece ser que hace furor esta secta. Lo malo es que los rumanos se reunían en una sala aparte de los demás.
Una vez dentro de la sala de españoles todo eran salutaciones y buen rollismo, hombres mayores con traje y corbata me daban la mano y la bienvenida. Busqué al que me había dado la entrada para que me hiciera de cicerón en aquel mundo tan extraño para un ser asocial y amargado como yo acostumbrado a rehuir el contacto humano. Me buscaron un sitio para sentarme, se me acercaba la gente y me ponía la mano en el hombre mientras me hablaban, incluso me miraban a los ojos al hacerlo. Todo era paz y amor.
Momentos antes de empezar el espectáculo la gente se sentó y guardo un silencio respetuoso para que un tipo con traje nos diera la bienvenida en nombre de Jehová Dios. Luego me dejaron un libro donde había una letra de una canción con su solfeo y todo. La congregación empezó a cantar y yo empecé a mover los labios como si también cantase.
Para los sordos había una tele y dos traductores de lenguaje de signos. Los oradores eran charlatanes de los que podrían vender arena en el desierto. Su voz y su compostura transmitían una paz interior solo al alcance de uno de los 144.000 elegidos que el día del almagedon pasarán la eternidad en el paraíso, a la diestra de Jehová Dios.
Me dejaron una biblia y cada dos por tres mi cicerón me indicaba donde había que leer para contrastar lo que se decía con lo que ponía en las sagradas escrituras. Se trataron cuatro cuestiones clave para cualquier persona de bien, a saber:
-¿por qué castigó Jehová Dios a Adan y a la puta de Eva?
-¿por qué murió Jesucristo?
-¿cómo debemos honrar la conmemoración de la muerte de Jesucristo?
-¿cómo debe comportarse el buen TJ y quiénes estarán en el paraíso después del armagedon?
Luego nos pasamos de mano en mano una copa de vino y una bandeja de pan sin levadura que no catamos porque sólo unos pocos elegidos pueden comerlo y beberlo.
Mientras se ora todos miran al suelo en señal de sumisión, momentos en los cuales yo aprovechaba y oteaba el horizonte de cabezas genuflexas en busca de material para paja.
Al final de la reunión ya me sentía mejor persona por estar entre aquel grupo de gente. Los padres apoyaban su mano en el hombro de sus hijos, los maridos abrazaban con su brazo a sus mujeres mientras cantaban odas al dios salvados, todo era concordia y comunión.
Mucha mulata, alguna filipina, no vi chiguacas puras pero sí muchas criollas. Imposible ligar porque las féminas no establecen contacto visual con los ojos de varones, miran al suelo o al infinito. Sólo vi a una adolescente que buscaba rabo por toda la sala y escudriñaba con su mirada todo el recinto.
Al terminar me encasquetaron a dos viejas que me tuve que llevar en el coche porque me cogía de paso. No me vendieron nada, todo fue súper chachi, pienso asistir a la próxima reunión y a las charlas semanales que la congregación celebra en su sede. Estoy metido en esto hasta el cuello. Prometo material audiovisual más adelante.