Os cuento una cosa, ahora ya sin sarcasmo ni mierdas.
Hoy estuve viendo un rato del partido de Nadal con la manchega.
Tengo que admitiros que había puesto nebulosas esperanzas y/o deseos en ésta tía. Admito que me gustó desde la primera vez que la ví, pero mis esperanzas, aunque tuviera algunas fantasías, no llegaban a ser plenamente sentimentales, porque no consigo mentirme tanto.
Más bien mis deseos eran que, de alguna manera, me valorase más que a los otros que vivían en la casa, llamémosles garrulos, guapos, machos alpha, españoles medios, gente socialmente integrada, normies, como queráis. No sé. La italiana (mi ex-compañera de piso) me halagaba mucho con cosas que me decía de palabra, pero todas ésas cosas se quedaron en nada a la hora de la verdad, a la hora de elegir; ahora no está siendo diferente. Pero la verdad es que, aún sabiendo que esos halagos no eran verdad, escucharlos me hacía sentir bien, me hacía sentir bien que ella me buscara, aunque fuera por interés.
En el caso de la manchega he tenido una difusa ilusión de que esa valoración se repitiese, pero a la vez no he querido ceder a ésa ilusión porque sabía que no se correspondía con la realidad como yo la veo después de lo de la italiana, y también porque tenía miedo de fortalecer deseos que me llevaran a hacer o decir cosas ridículas e inútiles; y entonces estos meses, por un lado me he ocultado, me he separado del grupo, pero aprovechando algunas ocasiones para dejar que ella me conociera. De alguna manera yo esperaba o deseaba, por así decir, quitársela a los otros, que me buscase, aunque eso no fuera a llevar a nada, aunque sólo fuera dentro de la casa. Quería que eso sucediera para validar mi ego, para tener una victoria moral frente a ellos.
Pero naturalmente no ha sucedido. Es verdad que un poco ha calado, porque sé que me ha defendido ante los demás cuando han intentado hablar mal de mí. Pero naturalmente, aunque se pueda pensar que ella es más inteligente que ellos, al final han pesado más la edad, la forma de vida, la familiaridad, el atractivo físico, y al final ella se relaciona con ellos y no conmigo. Como no podía ser de una manera, no puedo decir que lo vea injusto, era lo previsible.
No me hace sentir tan mal. No ha llegado a haber contacto físico de ninguna clase, no ha habido sentimientos fuertes, no hay dolor insoportable como con la italiana. Pero sí queda una decepción difusa, una apatía. Una soledad, y la increíble certeza de ver que no tengo ningúna valía, socialmente hablando, es decir, extrínsecamente. Podría decir que es una golfa y tal, pero la realidad es que, dentro de lo que cabe, creo que es una gran tía, más de uno la querriais de novia. Lo que pasa es que yo no estoy a la altura.
En fin, eso. Seguiré adelante como pueda.