Este comentario sarcástico que para el resto de gente podría pasar desapercibido, para alguien que está de vuelta no. Primero, que nunca las has pasado canutas hasta el punto de contar la chatarra como único dinero disponible para la compra. Que nunca has visto el fondo de tu cuenta corriente sin nada con que llenarlo en el horizonte (hablo de años, no de unos meses). Que no has visto las orejas al lobo jamás. Yo sí, yo me vi muy jodido hace unos años, pero jodido de tener lo puesto y poco más. Y eso no es lo malo, lo malo es que no había manera de buscarse las habichuelas. Y aun así, hecho un carpantas, con el peso del mundo encima, sin salida, empapado como una sopa debajo de un chaparrón sin un puto paraguas, aun así, por lo que sea, siempre sale algo que te da unos días más de agonía. En mi caso fue mi familia que me ayudaba económicamente, no con cantidades grandes, sino con algo de dinero que me permitía pagar el alquiler y tener para comer unas semanas. Comprándome ropa o comida para llenar la nevera. Pagando algunas averías del coche o pidiéndome las llaves y devolvérmelo con la itv pasada, las ruedas cambiadas y el depósito lleno. Y lo que aprendí de aquello es que siempre se sale de todas, siempre. Hoy en día nadie se muere de hambre en España, nadie, aunque no quieras siempre hay alguien que te está observando y cuando ya ve que estás muy necesitado te echa el cable. Yo soy muy orgulloso y jamás pedí nada a nadie, antes me muero de hambre. Pero siempre alguien te echa un cable, y esa gente son personas que un día también estuvieron mal y alguien les ayudó. Aunque ahora no se les note y vivan con comodidad.
Aquí hay mucho niñato, mucho funcionario y mucho subnormal que no tienen ni puta idea de lo que es la vida. Que viven en una puta burbuja y se morirán sin salir de ella. Pero ahí fuera hay gente que sobrevive en un sistema que les dejó fuera o al que no se supieron adaptar. Y también hay gente que ayuda y tiene la necesidad de devolver el favor que un día se les hizo. Una cadena de solidaridad silenciosa entre gente que lo pasa mal, una cadena que sobre todo la siguen las personas mayores que sufrieron épocas peores y saben qué es eso de ayudar sin pedir nada a cambio. Las generaciones nuevas son más egoístas, incapaces de ver más allá de sus narices. Puedes llamar a un empresa a que te ponga unos leb en la ducha, o también puedes decírselo a ese electricista que conoces que está en paro, puede que no lo deje igual porque no tendrá las mismas herramientas. Pero con eso ya le estás ayudando a salir a flote. Puedes ir con tus NB color verde al pub molón a tomarte un gintonic con luquete de pepino, o puedes ir a ese bar que han abierto hace poco y al que no va mucha gente todavía y que se ve que está regentado por una pareja joven y sencilla. Puedes comprar la puta masa asquerosa que venden en los supermercados con forma de pan, o puedes ir a la tienducha de siempre a que la dependienta se gane unos míseros céntimos para ir tirando. Puedes pintar tu casa llamando a unos profesionales, o encargárselo a ese tío que conoces que sabes que trabaja limpio y que ahora no hace nada y no le vendría mal el dinerillo.
Jamás he pisado un Carrefour, ni voy de compras ni me compro relojes ni mierdas superfluas. Pero cuando necesita algo siempre intento contratar o comprarlo en sitios donde sé que ese dinero va a caer como agua de mayo, y aunque me cueste más y sepa que el resultado no va a ser, probablemente, igual, me la pela y tengo como una especie de necesidad de ayudar y de devolver los favores que un día me hicieron a mí con la misma excusa.
Así soy, yo y mis circunstancias.