Odiar es sano y más español que tener un pitbull que se llame Desokupa.
Y ver a alguien picao porque le dan hijoputas es uno de esos pequeños placeres de la vida, como cuando encuentras un moco gordo, tiras de él y notas que se va despegando. Ya me entendéis.
Me quito el casco de obra ante la capacidad tocapollística de quien quiera que maneje a Torbe. Qué paciencia, que tesón, ahí venga y dale cual gota malaya día tras día, semana tras semana. Y al final lo consigue, acaba desquiciando hasta al cabezabuque de Benito.