El forero anteriormente conocido como Eire, anteriormente conocido como Loretta y actualmente en desintoxicación por homosexualidad en la clínica Betty Ford ha colgado su última crítica sobre la serie de fantacienca Cosmos.
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Decía Tevijano que después del holocausto no puede haber ningún tonto que crea en el progreso gradual e infinito. Eso ya ha terminado para siempre, teniendo en cuenta que Alemania era entonces la sociedad más culta del mundo, la más avanzada en ciencia, en técnica, en filosofía, en literatura; el holocausto hace imposible que una persona normal, simplemente que sea sincera, pueda creer en el progreso como idea permanente y como idea que nació en el siglo XVIII sobre todo a partir del terremoto de Lisboa, que motivó el libro El mejor de los mundos posibles, de Gottfried Leibniz.
Sin embargo, en los años de la guerra fría, el infame Carl Sagan preocupado ante la evidencia de que la carrera espacial había sido un fracaso y, ante el temor de que le quitaran las subvenciones, se lanzó a realizar esta serie de propaganda, que tuvo gran éxito y gracias a ella consiguió que la NASA continuara el despilfarro unos cuantos años más.
La serie, muy larga y reiterativa, con numerosas alusiones por parte de Sagan a que un día viajaremos por la galaxia y demás ilusiones, ya sean sinceras o no, insistiendo en esta falsedad de la idea de progreso gradual e infinito, dedica demasiadas horas a explicar lo poco que se sabe con certeza del universo (que son cuatro cosillas que se aprenden en el colegio) y a llenar el resto de los 13 episodios con un montón de suposiciones. El perverso Carl Sagan es un hábil comunicador, siempre sonriente, con una voz y una entonación realmente bellas, parece un tipo entrañable pero eso convierte discurso propagandístico en algo mucho más mezquino.
Por si esto fuera poco, cada capítulo de la serie contiene una dramatización sobre la vida de un supuesto genio de la humanidad, que no solamente resulta tediosa por rancia y por cutrilla sino que le sirve a Carl Sagan para adoctrinar al espectador en la creencia de que sin la existencia de ese “supuesto genio”, el progreso que tanto alaba él, no hubiera sido posible. En realidad, las cosas llegan cuando tienen que llegar, si no las descubre una persona pues las descubre otra, decía Alan Moore en documental que hizo en 2005 que el motor a vapor parece haber sido inventado por cinco o seis personas diferentes aproximadamente en el mismo período. Luego de cientos y miles de años durante los que el motor a vapor no existía, de repente en cuestión de un par de semanas, todo el mundo, ya sabes, simplemente llegó la era del motor a vapor.
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Vamos, que si la dirige Amenábar mejor.