Anoche me escribió. Debo reconocer que al ver su nombre en la pantalla me dio un vuelco el corazón, los latidos me atravesaron el cuello y cogí el móvil con manos temblorosas pero esperanzada. ¿Se habrá arrepentido? Podía oler aroma de jazmín en mi habitación ¿ha reflexionado acerca del asunto? Algo debía decirme sin duda y era importante. Si no, ¿para qué escribir?
Qué momentos tiene la vida terribles, para luego recompensarte con una ración doble de felicidad, me dije. Me reservé el momento previo a leerlo girando sobre el suelo como una dulce bailarina sonriendo, alzando los brazos y fingiendo un moño en el pelo.
Entonces leo:
"tontaaaaa déjate de chorradas anda y nos tomamos una cerve que ya se te pasaráaa.
"
Qué pluma, qué poesía, qué maestría en el manejo de los sentimientos, que sensibilidad más arrolladora.
Sin duda, de haber nacido en otro tiempo hubiera sepultado a Ausias March.
Pero qué clase de mensaje es ese. Pero cómo se puede ser tan inútil en el manejo de ciertas situaciones. Oye que estoy enamorada, lo estoy pasando mal, "ya se te pasaraaaa".
Si me hubiera rechazado un HOMBRE, un caballero, alguien que hubiera dejado una delicada nota en el buzón victoriano de mi casa donde leer unas hermosas frases de despedida, no me hubiera dolido tanto.
Es la sensación de hablar con un mono, la sensación de hablar con un muñeco de nieve con ojos pintados, con seres totalmente incapaces de expresar y comprender, lo que me aterra.