Eh hijos de puta sois todos unos reprimidos infelices, no sé como podéis articular los brazos con la de pajas que os debéis hacer al día. Antes era como vosotros pero ayer después de esta mierda de broncochat que me estaba amargando la existencia y alterando mi estado de ánimo, decidí irme de putas y ha cambiado mi vida.
Cogí mi coche algo nervioso y timorato, como si estuviera haciendo algo ilegal o mal visto moralmente, no sé tonterías mías. Puse rumbo a un conocido club social donde no dejan entrar a cualquiera, solo a triunfadores de la vida. En la puerta me cruce con un gordo de olor corporal deleznable que se estaba subiendo la bragueta a quien seguramente habrían echado de un lugar tan éxquisito y como muestra de la gran humanidad que me embargaba como putero en ciernes decidí colgarle el ambientador de pino de mi coche a lo que respondió con algo así como "folleaeterr a luciiiiiierir querrr ehhhrhrrhr meeenorrrrrr", no sé que sería.
Asi pues entro en la sala, al principio me muevo un poco por las sombras algo tímido, pero dos chicas rubias no tardan en darse cuenta de mi atractivo y se dirigen a mí. No entendía muy bien lo que decían, seguro que estaban tanto o más nerviosas que yo al tener un ganador como yo delante, pero entendí que me dijeron guapo y papasito. Se veía en sus ojos que no mentían, eran tan cariñosas, estaban encantadas conmigo y me llevaron a la barra, no me importó invitarlas, las personas de mi día a día no me tratan asi, lo hicé con gusto porque eran sinceras.
De repente, alguien toca mi hombro, no me lo podía creer, se trataba de Antonio, el entrenador de voleibol de mi hija Marta. No podía entender como un hombre como Antonio, alguien capaz de sacrificar una buena vida por un trabajo de 300 euros al mes, cuyo amor por su madre era tan grande como para continuar viviendo con ella, estaba en un sitio como ese. Sin duda, era otra ilustre persona que había caido en el encanto de estas preciosidades e iba por allí para hacerlas felices con su compañía.
La madre de Antonio iba en silla de ruedas, tenía muchos achaques típicos de su edad, entre ellos la necesidad de llevar una sonda. Me enfrasqué en una conversación con él y con unas señoritas putas con las que tomaba una copa y mis otras dos amigas putas al ver que podían molestar en la conversación se marcharon con las dos copas de 10 euros que gentílmente había pagado. Me hizo ver que su amor por aquellas dos mujeres, de piel de ébano, algo desdentadas, un poco bizcas, pero tan simpáticas era tal que superaba el que sentía por su pobre madre, a la que dejaba bien arropada en su silla para que no cogiera frío y con un remo por si se ahogaba en su propio orín.
¿Habéis hecho cosas parecidas por amor a las putas, amigos puteros? Pasaron tantas cosas si eso podemos intercambiar información