Fucked de la vida
Muerto por dentro
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A mí una vez un moro me pegó un cabezazo en la boca a lo Van Damme, pero mucho menos efectivo, claro. Le estaba boceando porque no trabajaba como yo quería, y el muy perro se me acercó y sin mediar palabra me pegó el cabezazo. Me quedé un tanto turulato, pero cuando me medio recuperé me fui a por él. El puto moro huía como una maricona. VEN AQUÍ Y PÉGAME AHORA, NO A TRAICIÓN, ANDA. VEN, VEEEN, VENGA. Le decía yo pero el muy cabrón reculaba como un cobarde. Cogió una pala y la levantó para atizarme con el canto pero otro moro la sujetó, luego salió corriendo y cuando le alcancé cogió unas piedras gordas con las que me amenazaba. Estaba a escasos tres metros de él y amagaba con tirarlas si me acercaba, la ruin rata.
Luego llegaron más compañero jornaleros y el ingeniero de la finca le dijo que se fuese de allí inmediatamente. Al rato se presentó el moro con un hermano y otros tres o cuatro moros más, iban a la finca buscando jaleo, y hacían ruidos con la boca, no sé si era el grito ese de guerra que tienen ahora, a mí me sonaban más como los gritos esos bereberes que hacen las mujeres.
La finca era de un señorito y cuando se enteró que habían vuelto los moros, llamó al comisario que es amigo suyo y compañero de caza. Al rato se llenó de cafeteras y los moros salieron con las orejas gachas. Los muy hijos de puta iban a azuzar a los demás moros para que se liase una gorda en la finca.
Pero no queda ahí la cosa, no, que va. Son tan retorcidos que me denuncio él a mí, me lo dijo el señorito que le llamaron de comisaría y de paso le aconsejaron lo que tenía que hacer para contrarrestar la vil maniobra del moro. Entonces, por orden del señorito y aconsejado por su amigo, fui al hospital a que me hiciesen un parte de lesiones y presentase yo otra denuncia.
Así lo hice, y a la semana se presentó el moro al olivar, a pedirme perdón y a pedirme que retirase la denuncia porque había pedido la reagrupación familiar y si tenía denuncias e historias podrían no concedérsela. Me aconsejó el dueño del latifundio que dejase el agua correr y que retirase la denuncia. Lo hice porque el señorito me lo pidió, y claro, al señorito nunca se le llevaba la contraria si querías trabajar allí.
Dakilla, si quieres quedamos esta noche y nos vamos tú y yo a cazar moros.
Luego llegaron más compañero jornaleros y el ingeniero de la finca le dijo que se fuese de allí inmediatamente. Al rato se presentó el moro con un hermano y otros tres o cuatro moros más, iban a la finca buscando jaleo, y hacían ruidos con la boca, no sé si era el grito ese de guerra que tienen ahora, a mí me sonaban más como los gritos esos bereberes que hacen las mujeres.
La finca era de un señorito y cuando se enteró que habían vuelto los moros, llamó al comisario que es amigo suyo y compañero de caza. Al rato se llenó de cafeteras y los moros salieron con las orejas gachas. Los muy hijos de puta iban a azuzar a los demás moros para que se liase una gorda en la finca.
Pero no queda ahí la cosa, no, que va. Son tan retorcidos que me denuncio él a mí, me lo dijo el señorito que le llamaron de comisaría y de paso le aconsejaron lo que tenía que hacer para contrarrestar la vil maniobra del moro. Entonces, por orden del señorito y aconsejado por su amigo, fui al hospital a que me hiciesen un parte de lesiones y presentase yo otra denuncia.
Así lo hice, y a la semana se presentó el moro al olivar, a pedirme perdón y a pedirme que retirase la denuncia porque había pedido la reagrupación familiar y si tenía denuncias e historias podrían no concedérsela. Me aconsejó el dueño del latifundio que dejase el agua correr y que retirase la denuncia. Lo hice porque el señorito me lo pidió, y claro, al señorito nunca se le llevaba la contraria si querías trabajar allí.
Dakilla, si quieres quedamos esta noche y nos vamos tú y yo a cazar moros.
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