Pepoo, no cambies nunca.
Te adoro. No te miento: te iré a buscar con mi helicóptero privado y te llevaré a cenar (vendándote los ojos antes para que no veas por que ruta aérea vamos) a un restaurante donde los platos carisimos son servidos por duendes mágicos, porque los camareros bailan a nuestro alrededor tocando Chelos y violines y un chimpancé especialmente entrenado tocará al final, en el piano, el vuelo del moscardón, de Korsakov...
En la mesa de al lado cenará Profiterol, como cada sábado, pero nosotros a lo nuestro...
Cuando acabe la velada, te llevaré a un hotel de cinco estrellas y pediré al servicio de habitaciones catorce kilos de fresas con nata, que te íré dando una a una hasta que empieces a eructar, cerca ya del los nueve kilos ingeridos, y a dar arcadas, mientras yo, con mi típico "una fresita mas..." recibo el alubión de vómitos y bilis encima de la chaqueta.
Sonriendo, te intentaré hacer el amor, pero entre que me daré cuenta que eres mi hermana y eso sería incesto, y que a ti no te gustan los hombres cubiertos de vómitos, y que para postre, eres una de las seis chicas realmente fieles que quedan en todo el país. Acabaremos cada uno durmiendo en una esquina de la habitación, mirándonos de reojo y con un pica hielos cada uno en la mano, porque ninguno se fia realmente del otro.
Al final, ojerosos y sin haber pegado ojo, desayunaremos un zumito de naranja natural, y un ovni nos transportará a un mundo alternativo, lleno de metahumanos, donde seremos moderadamente felices y hasta fundaremos una ong llamada, El Metacucurucho.
¿para cuando te viene bien?.