No sé si os he dicho alguna vez que no creo en Dios; Lennon tampoco, así que con eso me basta. Pero creo en la música. No en la música desnuda o artificial, en la vibración de los parches, el metal o las cuerdas: creo en la música hecha con el corazón, con el alma, con la desesperación y el amor, la música nacida de los gritos de una generación, aquella que nos hace sonreir, llorar o avanzar contra el viento. Por eso, todos los meses desde hace casi quince años escucho alguna canción del Urban Hymns. Porque ya no sé vivir sin ellas.
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1. Bitter Sweet Symphony
2. Sonnet
3. The Rolling People
4. The Drugs Don't Work
5. Catching the Butterfly
6. Neon Wilderness
7. Space and Time
8. Weeping Willow
9. Lucky Man
10. One Day
11. This Time
12. Velvet Morning
13. Come On
Urban Hymns es el tercer disco de la banda británica The Verve. Anteriormente, sacaron
A Storm In Heaven y
A Northern Soul (¿guiño Beatle?), dos álbumes que pasaron sin pena ni gloria por las listas de ventas, pero que contienen el germen de lo que sería el mayor éxito de la banda, una indiscutible obra maestra. Y ya sabéis que soy propenso a la exageración, pero creo que este es uno de los mejores discos de los últimos 30 años, tranquilamente.
Urban Hymns no engaña: es una colección de himnos que hablan de amor, desamor, dolor, drogas, alcohol, penitencia, redención, miseria, madrugadas blancas y noches de neón. Es un disco surgido de un grupo a punto de romperse, de un desesperado intento por alcanzar la gloria regado con alcohol y mucha, mucha droga. En el disco encontramos unas guitarras maravillosas, obra y gracia del fantabuloso Nick McCabe, que suenan efervescentes, amplias y escalofriantes mientras Ashcroft aúlla como un fantasma aterrado, se desgañita o nos recuerda nuestra desnudez ante un amanecer inmisericorde. De hecho, podemos encontrar una clara dualidad en el disco, las canciones de Ashcroft (el cual preparaba un disco en solitario, debido a la separación de grupo) y las de The Verve. Las primeras son, por lo general acústicas, tiernas y desgarradoras, mientras que las segundas suenan poderosas, ácidas, psicodélicas, gloriosas, pesadas y frágiles por momentos, pero siempre cristalinas y necesarias; este es un disco hecho por gente que sabe lo que quiere y lo hace de maravilla.
El disco empieza con la majestuosa Bittersweet Symphony, la mejor canción que Jagger y Richards han hecho en los últimos 30 años. Imagino que os suena:
Ya sabéis todos la historia, pero para el que no la sepa, las cuerdas de la canción están sacadas de una versión instrumental de The Last Time que hizo el productor de los Stones, así que tras una serie de problemas legales, éstos se quedan con toda la pasta que produzca el uso de la canción. Culo a tope de cheques.
Más: Catching The Butterfly es un viaje alucinógeno a través de un sueño, Come On es un arrebato de violencia con aires zeppelinescos shoegaze, The Drugs Don't Work es una balada sincera surgida del fondo de un alma a la que se le acaba el tiempo, Velvet Morning y Lucky Man son dos gritos de orgullo de Ashcroft y The Rolling People es un día de lluvia que acaba en tempestad. Ya iré comentando más en cuanto me desbaneen.
Para terminar, dos cosas: sí, es un disco largo, sobre una hora. Y sí, al principio sólo os entraran los cuatro singles, por su inmediatez y fácil escucha. Es por eso que no espero que le déis una buena puntuación, al fin y al cabo es un disco para tomarse con calma, disfrutar, descubrir los pequeños matices y, finalmente, hacerlo propio. Intentad comprenderlo y veréis cómo merece la pena.