Hombre no jodamos. Una cosa es un plagio, o lo que hicieran los Zeppelin, y otra cosa es cantar las canciones de otros (y acreditarlo) o que otros compongan canciones para ti. Eso para empezar. Además, que hay que poner las cosas en su contexto. Cierto que esto sigue siendo una práctica habitual, pero me da la sensación de que estaba más extendida en los años 60, cuando tampoco era nada raro que unos grabaran canciones que otro acababa de publicar hace cuatro días. De hecho, Aretha Franklin sacó una versión de “Son of a preacher man” muy poco después de que Dusty publicara la suya. En el mundo del soul sin ir más lejos, ha habido compositores que se han convertido en míticos por amoldar su trabajo al estilo de otros (a los que también convirtieron en míticos), como hicieron en la Motown Smokey Robinson con los Temptations, o el trío Holland-Dozier-Holland con las Supremes o con Martha y las Vandellas, o Ashford & Simposon con otra gente. En ese mundillo, y a riesgo de meter la pata, porque tampoco soy un experto, me arriesgaría a decir que gente que compusiera sus propias canciones pues Sam Cooke, Marvin Gaye cuando ya llevaba unos años y pocos más.
Los compositores del disco de la Springfield (Bacharach, Randy Newman, Goffin y King) son gente con un currículum acojonante. Y ya me imaginaba que el disco iba a causar un efecto parecido, pero es que a mí me gusta mucho y no he podido evitarlo. De todos modos, yo creo que la tipa canta muy bien y las canciones están muy bien hechas por gente que sabe hacer muy buenas canciones. Que el estilo no guste ya es otra cosa. Y aquí podemos entrar otra vez en la eterna discusión de si se puede juzgar objetivamente o no un disco.