Lo que interpretan como cara de sufrimiento por parte del brioso empujador no es tal cosa: es de concentración.
Tiene delante ese culo depilado, musculoso, joven y terso moviéndose al compás de la mamada que ejerze la "cosa" repugnante que tiene debajo. Le cuesta mantener la erección y correrse, quiere, pero no puede... Así que mira ese culo. Ese hermoso y bello culo, se deshace por dentro, siente calor y que el pene se infla como un globo aerostático... Ese culo.
Intenta disimular, apartar la idea, baja la mirada y debajo ve dos bolsas sebosas con pezones que no le dicen nada, le asquean como se bambolean sin gracia, vuelve sentir bajar la erección y subir la frustración.
Se cabrea, de buena gana reventaría a hostias a la fulana hasta romperse los nudillos y dejarla convertida en una masa viscosa de pulpa sobre ese asqueroso sofá, a esa escoría inmunda, útil para nada, cerda asquerosa, chupapollas aprovechada, chocho de mierda, puto culo flaccido y seboso... Te voy a...
No, no, no... Cálmate, no puedes hacer eso. Sigue a lo tuyo.
Sólo una miradita, una sólo, se dice a sí mismo, una miradita más, una pequeñita sólo.
Y al volver a verlo se vuelve a producir la magia, su miembro adquiere la dureza del martillo de Thor, cierra los ojos para retenerlo en su cerebro y empuja, y empuja, y empuja, y un aullido desgarra su mente en pedazos: ¡¡¡ESE CULO, ESE CULO, ESE CULO!!! ¡¡¡AHHHHHHHH!!!
Y ya.